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"Jamás se verá un saqueo en Japón"

Por Alejandro Bianchi
INFOBAE.COM

Sorprende al mundo la calma de los japoneses ante la tragedia. El argentino Raúl González Dagnino, licenciado en Estudios Orientales, explicó a Infobae América las claves de la cultura nipona

Crédito foto: AP

- ¿Por qué tanta diferencia entre América Latina y Japón ante un terremoto?

- Son mundos diferentes. Es parte de la educación japonesa ante la catástrofe. Es una actitud muy diferente entre Occidente y Oriente. Jamás se va a ver un saqueo en Japón. Hay un respeto total por el prójimo, más aún en una situación difícil. Saben la lucha que se les viene. Todo el mundo hace la fila para cargar agua. Si tiene dos bidones, carga uno y vuelve al final. Por el contrario, a ellos les asombra cuando ven imágenes con violencia o saqueos tras terremotos en Occidente.

- ¿Cuáles fueron las imágenes que más le impactaron?

- Ver a la gente bajar del tren, tras el terremoto, sin atropellarse, con miedo, pero sin atropellarse. Ellos son así en todo. Fueron educados para eso.

- Europa habló de una situación "apocalíptica". ¿Le parece que es tan así?

- Esa figura del Apocalipsis nos remonta a otra diferencia. En Occidente hay tres religiones fundamentales (Cristianismo, Judaísmo y el Islam) que lo contemplan. Oriente se sustenta en el Budismo, que no cree en el fin del mundo ni en el castigo divino. Son más racionales. Saben que están sobre una tierra que se mueve.

- Sin embargo, el gobernador de Tokio habló de "castigo divino" por el excesivo egoísmo de los japoneses como causa del terremoto.

- No lo comparto, no hay castigo de Dios. Ellos convierten el veneno en medicina. Por eso la televisión no muestra imágenes muy negativas. Se concentra más en los actos heroicos y positivos. Es lo que el pueblo quiere ver.

- Pero el egoísmo y la competitividad son características de la sociedad japonesa.

- Es cierto, son muy competitivos. Por ejemplo, la universidad a la que ingresa un japonés es un reflejo de hasta donde va a llegar en su vida laboral. Si no se logra el objetivo, nace la frustración personal que deja mal a la familia y se lee también como una decepción hasta con los antepasados. Están todos en el mismo barco, pero nadie puede fallar.

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